Yo estaba preocupada porque estaba cumplida de 41 semanas y el parto se veía bastante lejano. Finalmente llegó el momento en el que me dieron fecha de inducción para la 41+6, pero antes de eso me propusieron probar la maniobra de Hamilton para ver si me ponía de parto, a lo cual accedí una vez explicado el proceso y poniendo los puntos sobre les ies. 24 horas más tarde me puse de parto, 41+2 semanas.
Yo iba para la sala de parto natural de Can Ruti. Estuve toda la noche con contracciones leves, soportables, y luego parte de la mañana con contracciones ya fuertes. Llegué dilatada sobre las 12 de la mañana, de 3-4 centímetros. La matrona me estaba haciendo tacto y de repente rompí aguas. Según ella, no hizo nada, fuí yo sola. Luego más tarde dudé de que fuera cierto.
Me vestí al igual que lo hizo mi pareja y pasamos a la sala de parto. Preciosa, con bañera, ducha, música, pelota, hamaca, luces tenues, muy moderna y acogedora. La matrona que me hizo el tacto se puso a hacer papeleo y preparó la vía, según ella “por si acaso”. Bueno, vale, accedo y me la pone. Me la pincha mal y tiene que volver a ponérmela… Ahí ya estaba un poco mosqueada pero pensé, “bueno, ha sido un fallo humano”.
Estuve un par de horas allí, soportando contracciones, ya eran bastante dolorosas pero aguantaba. Vino a preguntarme si quería otro tacto para ver cómo iba, le dije que sí. Y ahí empezó el principio del fin. Metió sus dedos para hacer un tacto y cual es mi sorpresa que me realiza otra maniobra, por los movimientos parecía una Hamilton, dando vueltas con ambos dedos. Le dije que qué me estaba haciendo, que yo sólo quería un tacto, y me dijo que lo estaba haciendo “para ayudar un poco al cuello y que vaya más rápido”.
Digo que fue el principio del fin básicamente porque una vez hecho eso, las contracciones empezaron a matarme. No tenía ninguna tregua, eran seguidas una detrás de otra y muy largas. No podía casi ni moverme, estaba paralizada. Mi pareja me decía que probáramos otros sitios, yo no podía moverme, estaba concentrada en soportar el dolor y movía la hamaca (lo único que me calmaba un poco) a velocidades brutales. Así estuve otra hora.
Llegó la matrona del cambio de turno, me dijo que hacerme otro tacto seria una tontería porque no habría dilatado nada (mentira) y que si pedía epidural no era peor madre y que no me sintiera mal. La pregunté si ponérmela implicaba salir de esa sala y pasar a un box normal, y me dijo que sí. Apenada, accedí porque no podía más… Y en qué mala hora.
Pasamos al box de dilatación, me dicen que espere que enseguida llegaba el anestesista. Otra mentira, el anestesista tardó una hora de reloj en venir, yo me quería morir. Me agarraba a las barras de la cama, de pie, mientras mi pareja me hacia masajes y trataba todo lo posible de calmarme. Al poco rato, llega un hombre que resultó ser el asistente del anestesista, porque decían que este último estaba ocupado. Me explicó todo el proceso, me hizo firmar el papel de rigor y tuve que esperar otra media hora más.
A estas alturas ya eran las 5 de la tarde por lo menos. Hicieron salir a mi pareja, me pincharon la epidural mientras tenía unas contracciones bestiales, y me dijeron que me tumbara y esperara que debía hacer efecto en unos 20 minutos. Bueno, otra mentira. Las contracciones no cesaron. Eran igual de fuertes o más.
Había pasado una hora y seguía igual. Yo llamaba desesperada a todo el mundo porque encima ni podía moverme para soportar las contracciones, tenía que estar tumbada. Empecé a cabrearme y a gritar diciendo que “para qué coño había pedido epidural si me iban a dejar así”. Finalmente llegó el anestesista (por fin) y me dijeron que se me había hecho una laguna en la epidural, que tenían que ponerme más dosis o ponermela otra vez. Yo ya quería matar a todo el mundo. La matrona que me llevaba me hizo otro tacto y resulta que ya estaba de 7 centímetros, imaginad mi cabreo… ¿Para qué tanta tontería si ya casi estaba?
Como las contracciones no cesaban me pusieron otro chute de anestesia, otra hora más, seguía doliéndome, hasta que al final me pusieron un mórfico (o así lo llamaron, como una anestesia de volumen más alto o algo así me dijeron) y ahí ya empecé a sentir calma hasta que finalmente no notaba nada. Me pusieron una bomba para que me fuera administrando yo sola. A todo esto, no sé ni cuantas veces me sondaron, solo se que yo no sentía mi vagina. Le decía preocupada a la matrona que no iba a saber/poder empujar, porque no sentía nada.
Ella me aseguraba que no, que faltaba mucho aún y que cuando llegara el momento si sentiría (otra mentira). Al poco rato vieron que las contracciones eran muy flojas y me dijeron que había que poner oxitocina. Yo les dije que si era necesario, me dijeron que si, pero que pondrían una dosis mínima. Mentira. Una vez se hizo el cambio de turno (el nocturno) a las 22h de la noche, yo ya estaba en completa, pero la cabeza del peque no bajaba, así que empezaron a subir la dosis cada 15 minutos hasta que acabaron metiendo hasta 20 gotas, alegando que necesitaban que las contracciones fueran lo suficientemente buenas como para bajar al bebé.
¿Conclusión? Las contracciones empezaron a ser tan fuertes que las pulsaciones del bebé empezaron a bajar y tuvieron que pararme el parto y quitármelo todo durante dos horas para que pudiera descansar. Apareció el matrón (el peor de todo el día) con una jeringuilla a lo que mi pareja y yo (ya hartos) le preguntamos que qué narices era eso. Ventolín, nos dijo. Le dije que si podía comprobar antes si se me había movido el monitor, porque ya se me había movido varias veces.
Me lo recolocó y antonces las pulsaciones volvieron a ser estables. “Ah mira, mejor”. ¿Perdón? ¿Ibas a meter ventolín porque si, sin comprobar nada? ¿Qué necesidad? El matrón estaba cabreado y nos dijo que no debíamos cuestionar estas cosas porque ellos hacían lo mejor para el bebé, yo le dije que lo que tenían que hacer era explicar, que no era una cobaya. Y se fue. Ya sobre las 12 menos cuarto de la noche, me pasaron a paritorio. Me dijeron que quizá había que usar forceps o espátula.
Qué bien. Dejaron a mi chico fuera mientras lo preparaban todo y una vez entró, empezaron los pujos. Me fueron guiando aunque yo no sentía absolutamente nada, solo una pequeña presión que me avisaba de la contracción. Fueron como 6 pujos. En uno de ellos, el matrón fue a hacerme una Kristeller, a lo que mi pareja lo paró del brazo y le dijo “esto no lo queremos”, a lo que contestó que vale, que si no queríamos bien. ¿Perdón? ¿Por qué no preguntas pues?
Estaban todos super mosqueados y nos hablaban mal, entre ellos soltaban puyitas, diciendo que íbamos de enterados. Me hicieron episitomía, mi pareja también preguntó si era necesario, si me iba a rajar. La matrona dijo que sí. Todo lo teníamos que preguntar, ni nos hablaban. Finalmente salió la cabeza tras uno de los últimos pujos. Se salieron con la suya y cuando la cabecita del bebé estaba fuera, según ellos, los hombros del bebé se habían atascado y entonces hicieron la Kristeller. A todo esto decir que yo no sentí nacer a mi hijo.
Nada de nada. Estaba tan anestesiada, que solo vi bajar mi barriga de golpe. Supe que había nacido porque mi pareja me dijo “ya está”. Como el bebé no arrancó a llorar enseguida, se lo llevaban. Entre llantos les pedí que por favor me lo dieran, que no se lo llevaran, que quería hacer piel con piel. El bebé empezó a llorar y dieron media vuelta y me lo pusieron al pecho. Por fin vi esos ojos azules mirándome intensamente. Yo no podía dejar de llorar, ya estaba aquí mi príncipe.
Estaba muy morado, y sólo sentía rabia y frustración porque había sido culpa de ellos. Por suerte el bebé estaba bien… Mientras me cosían lo prepararon, mi pareja cortó un poco del cordon (ya estaba cortado, no me respetaron mi deseo de que dejaran llegar la sangre al bebé) y por fin nos dejaron en paz.
Keilan nació el 19 de Abril a las 12:27h de la noche, con 3,800 kg y 51,5 cm.
Mi parto fue cero respetado desde el mismo momento en que entré al hospital, y no dejaré de sentirme culpable por ello por haber elegido ese hospital. Se pasaron mi plan de parto por el forro y una vez acabado todo vino el matrón a decirnos que estaba muy enfadado con nosotros (¿en serio?) y cuando le pregunté por qué mi hijo respiraba como con ansiedad me contestó “porque es un ser humano”. Las últimas palabras de la última matrona que vimos fueron “espero que os quedéis con que todo ha ido bien al final”. Sí, porque el bebé del box que tenía al lado acabó en la UCI, así que imagino que encima había tenido suerte.
Jamás olvidaré esto… Y espero que os sirva a alguna de las chicas que estáis por aquí si tenéis pensado parir en Germans Trias i Pujol, conocido como Can Ruti. Yo leí muchas cosas buenas, también malas, e hice caso de las primeras…