Testimoni d’inducció al part satisfactòria


Envío mi testimonio para que lo puedan leer otras mujeres a las que acaban induciendo el parto. No todas las inducciones son horribles; aquí va mi parto inducido.
Mi hijo nació en febrero de 2017 en el Hospital del Mar. Yo quería un parto natural, pero cuando llegó la semana 42 y no me había puesto de parto, accedí a una inducción en el hospital. No me hacía nada de gracia y pasé unos últimos días de embarazo nerviosa, leyendo historias para no dormir en internet y subiendo escaleras un poco desesperada. No me podía creer que al final fueran a inducirme el parto. El día antes de mi cita en el hospital, decidí no agobiarme más e ir viendo cómo iba todo, dejándome llevar por cómo me sintiera. Al llegar, le dije a la matrona que me tocó que quería intentar un parto sin anestesia. Me apoyó y no me desanimó lo más mínimo, aunque era una inducción. Empezaron a intentar que dilatara el cuello del útero, tardamos unas 12 horas en conseguir algo. Cada 6 u 8 horas tocaba tacto y pastillita para dilatar. Era un rollo, pero me lo tomé con filosofía y me dediqué a hablar con mi compañera de habitación, con mi pareja y a comer, sorprendentemente. Tenía un hambre atroz :-).
Hacia las 9 de la noche (12 horas después) empecé a notar las contracciones más fuertes. Fueron aumentando de intensidad hasta ser dolorosísimas. Las sobrellevé durante la noche con una pelota de Pilates, los masajes de mi pareja, bolsas de agua caliente, una ducha caliente y óxido nitroso. Pasé la noche en mi mundo: me dolían muchísimo las contracciones, pero me sentía muy cuidada por mi pareja y mi matrona. Esta le explicó a mi pareja cómo hacerme masajes y me animó mucho con mi idea del parto sin anestesia peridural. A las 9 de la mañana hubo otro cambio de turno y mi nueva matrona se presentó (Laura). Yo había perdido un poco la cordura ya después de toda la noche con contracciones sin dormir nada y con dolores muy fuertes, y lo único que le dije fue que me hacía caca. Sabía perfectamente que eso significaba que la cosa avanzaba.
Ella me llevó en seguida al paritorio. Había una silla de parto natural y lianas colgadas del techo. Hasta ese momento, para no agobiar a mi compañera de habitación, había aguantado las contracciones haciendo ruidos graves (como había leído), en vez de con gritos. Cuando vi el paritorio entero para mí sola, me desaté y empecé a gritar como me pedía el cuerpo con las contracciones. Grité tanto que mi pareja, que hasta entonces estaba perfectamente, se mareó y tuvo que tumbarse en el suelo. Pobre, llevaba tantas horas como yo sin dormir ni comer, y al oírme gritar se le juntó todo. Lo que recuerdo es que gritaba y me dolía muchísimo, pero mentalmente estaba perfecta: animada, contenta, tranquila y confiada. No tenía nada de miedo, me sentía muy cuidada y sabía que todo iba a ir bien. Le pregunté a Laura cuánto calculaba que me quedaba hasta que naciera Jan. Me dijo que unas 5 horas. Yo ya llevaba en el hospital 24 horas, y con contracciones dolorosas unas 12. Le dije que quería anestesia peridural, una dosis baja que me permitiera moverme y notar las contracciones. Igual que antes, me apoyó totalmente. La anestesista vino al poco rato y me hizo… Lo que me hiciera, no me enteré de nada. En cuando salió por la puerta, me relajé en la cama y dormí una hora y media. Fue lo mejor para mí en ese momento.
Estaba dilatada de 8 cm, y gracias a que había aguantado sin anestesia hasta entonces, la cosa no se alargó mucho más. Estuve cambiando de postura y practicando movimientos para ayudar a Jan a colocarse del todo bien todo el rato. Nos dejaron poner música en el paritorio y Laura hizo un trabajo fantástico haciéndome sentir bien y tranquila. Así estuvimos unas horas, cambio de postura, revisión a ver cómo estaba Jan, otro cambio de postura, un poco más de anestesia, otro disco sonando… Fue pesado, se hizo largo, pero mantuvimos la sonrisa y la tranquilidad. Con Laura hablamos de sus hijas, de grupos de crianza… Fue encantadora en todo momento. Me pidió que probara a empujar, aunque aún no estábamos listos Jan y yo, pero para ver cómo me sentía. Yo no tenía nada de seguridad en mí misma con el rollo de empujar, gracias a mi matrona del CAP, que me había regañado por no saber hacerlo. Sin comentarios. Laura me explicó cómo hacerlo cuando llegara el momento. Me puse contentísima porque ya veía el final cerca.
Entonces hubo un momento de bajón (el único que tuve durante todo el proceso). Laura tuvo que salir un rato y me dejó practicando otra postura para ayudar a Jan a bajar del todo. Las contracciones me empezaron a doler una barbaridad, porque el efecto de la anestesia se estaba yendo. Mi pareja se quedó dormida sentado contra la pared y más pálido que mi sábana por el cansancio. Me vi sola y me empecé a desanimar, no quería llorar porque me negaba a llorar el día de mi parto, con lo contenta que estaba, pero me empecé a derrumbar. Y de repente, llegó la caballería. Entraron mi matrona, la ginecóloga, y dos o tres personas más (dos estudiantes y una auxiliar… y no sé si alguien más). Yo había leído mucho sobre la necesidad de intimidad para parir, incluso consideré pedir en mi plan de parto que no entrara nadie más que mi matrona al paritorio. Para mi total sorpresa, fue lo mejor que me podía pasar en ese momento. Era un grupo de profesionales amables, todas mujeres (importante para mí en mi parto) que lo primero que hicieron fue preguntarme cómo estaba. Me sentí parte de una hermandad femenina, no sé explicarlo mejor. La ginecóloga me dijo: “Vamos a empujar”. Y yo, que estaba medio ida, le respondí: “¿Pero de prueba o en serio?” “Mujer, ¡en serio!” ¡Me puse tan contenta al oír que tenía que empujar ya! No paraba de sonreír y mi pareja estaba en las nubes de verme animada y con fuerzas. Empujé una vez y noté cómo Jan salía de mí un poco. Le toqué la cabeza y me pidieron que esperara 20 minutos con él colocado así para que se acostumbrara y para intentar que no me desgarrara. Esperé muy tranquila, feliz y sonriendo a mi pareja sin parar. ¡Estábamos tan contentos de que Jan llegara ya! La caballería volvió y en dos empujones salió mi hijo. Les había pedido que me dejaran sacarlo a mí y me ayudaron a hacerlo. Se cogió al pecho instantáneamente y… qué voy a decir. Enamorados de él.
Recuerdo mi parto como una experiencia feliz, muy bonita. El equipo de matronas del H. del Mar es maravilloso, si alguna lee esto, muchas gracias por vuestra profesionalidad, vuestro cariño y vuestras palabras de ánimo.

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