Olmo nació la madrugada del 17 de enero de 2018, en casa, en un parto que fue íntimo, respetado tanto en sus prácticas como en sus ritmos y tiempos y acompañado con amor, tranquilidad y profesionalidad.
Fue un parto precioso, pero ojo, que cuando digo precioso alguien podría imaginar que fue precioso a lo puesta de sol con violines sonando, y aunque a día de hoy, cuando miro las fotos de ese día sí que oigo los violines, si recuerdo lo que sentí en aquel momento más bien le pondría algo de heavy-metal, porque aquello fue intenso y salvaje, como una noche de temporal en un barco.
Mis recuerdos de aquella noche son un poco borrosos, mi yo racional, la Mónica que escribe estas palabras, estuvo fuera casi todo el tiempo, así que ¿Qué puedo contar? Pues bueno, puedo contar que todo empezó un martes de madrugada, después de dos días de preparto suave. Aquella madrugada las contracciones se hicieron más fuertes y más regulares. Aguanté en la cama hasta las 7 de la mañana y al levantarme e ir al baño vi que había manchado un poquito. Avisé a mis matronas, Marta y Gemma, por el grupo de whatsapp que teníamos mi marido, ellas y yo para estar comunicados. Se alegraron mucho con las novedades y me dijeron que parecía que la cosa ya estaba en marcha ¡Por fin! Justo esa mañana yo
tenía monitores, y decidí acercarme para que me viera también mi ginecóloga. Le comenté como estaban las cosas, me hizo una ecografía en la que todo se veía bien, y me propuso hacerme un tacto. Yo confiaba plenamente en ella y sabía que iba a ser muy cuidadosa así que accedí, además tenía muchas ganas de saber cómo estaba de avanzado el tema. Empezó a explorarme y enseguida una amplia sonrisa se dibujó en su cara “Bueno, bueno” nos decía “esto está estupendo!” nos dio la noticia de
que tenía el cuello del útero totalmente borrado y que estaba dilatada de dos centímetros ¡Que alegría tan grande!
Estábamos en la semana 41+2 y nos preocupaba llegar a la 42
y no poder tener a nuestro bebé en casa, o al menos intentarlo, después de todo lo que nos habíamos estado
preparando… Pero al fin parecía que EL DÍA había llegado, les contamos a nuestras matronas el resultado de la exploración, nos despedimos con mucha emoción de Mª José, nuestra estupendísima ginecóloga, y nos fuimos a casa a disfrutar del día, ya que las contracciones habían bajado mucho de intensidad con la salida del sol y el trajín del ir y venir a la consulta médica.
Fue un día mágico, estábamos muy felices, por fin íbamos a verle la carita a nuestro bebé! y lo íbamos a recibir de la mejor manera que habíamos podido encontrar. Pasamos el día decorando el salón para la gran bienvenida, nos hicimos fotos, escuchamos nuestra música favorita y esa lista de “Canciones para Olmo” que habíamos ido haciendo en Spotify, bailamos, paseamos con nuestras perras… y también nos aseguramos de que todo estaba preparado: luces bajas en toda la casa, chimenea a punto, música, velas, incienso,… y por si acaso algo se torcía y teníamos que salir para el hospital, la bolsa de viaje preparada y el depósito del coche lleno, esperábamos no tener que usarlo pero nos quedábamos más tranquilos teniéndolo todo bien atado. Fue un día precioso que vivimos con mucha alegría, y al caer la tarde… volvieron las contracciones, esta vez para quedarse.
Sobre las siete de la tarde avisé a Marta y a Gemma de que las contracciones volvían, ellas me enviaban palabras de ánimo, mi maratón empezaba. Me puse la ropa más cómoda que tenía y me puse a probar posturas para ver con cual me sentía más a gusto, siempre había oído que sentarse en la pelota de pilates venía muy bien pero a mi me provocaba que las contracciones me dolieran mucho más, así que fui cambiando y al final como mejor estaba era a cuatro patas apoyando la cabeza y los brazos en la pelota de pilates y haciendo rotaciones de caderas. Así pasé bastante rato, mi Yo consciente aún dominaba la situación y andaba controlando la frecuencia de las contracciones con la aplicación del móvil. Allá a las nueve y media las contracciones ya me picaban bastante y le dije a Jose que preparara algo de cena porque si tardaba mucho más ya no sabía si iba a ser capaz de comer algo. Pasé parte a las matronas y nos tomamos una sopa con arroz.
A partir de aquí la cosa ya se pone borrosa… Después de cenar las contracciones empezaron a ser bastante intensas y mi yo consciente dejó paso a mi yo salvaje, que me cerró los ojos y empezó a emitir gemidos en cada contracción, a partir de aquí ella, ese ser salvaje que no se si es una parte de mi desconocida o un ente que me poseyó en aquel momento, tomó el control de la situación y empezó a bailar la tormenta como solo un ser salvaje puede hacerlo.
A las once menos cuarto Jose mandó un mensaje al grupo que decía “ Hola chicas, Moni está entrando en trance” y mis Mujeres Sabias se pusieron en camino.
No puedo contaros con mucho rigor lo que vino a continuación, porque ya digo que mi yo consciente se había ido, aunque volvía a ratitos, recuerdo cuando llegó Marta, la vi entrar por la puerta justo durante una contracción y en el momento en que se acercó a mi para saludarme noté como explotaba algo dentro mi, como cuando te metes en la boca un tomate cherry entero y lo haces explotar con los dientes, pues esa sensación pero en el vientre, y por mis piernas se derramó un líquido caliente. ¡Acababa de romper aguas! justo en ese momento, fue como si mi cuerpo hubiera estado esperando a tener a Marta cerca para dar ese paso ¡Qué cosas! . Seguí con contracciones. Recuerdo que de vez en cuando mi Yo Consciente aparecía en forma de mini-
yo y le decía a mi Yo Salvaje cosas como “Que voz tan rara te sale cuando gritas, no pareces yo” o preguntaba “¿Falta mucho?” como los niños durante un viaje largo en coche, pero mi Yo Salvaje no le hacía caso y seguía a lo suyo. En algún momento Marta me preguntó si quería que llenaran la piscina, le dije que sí, tenía muchas ganas de relajarme en el agua caliente, así que se pusieron a ello. Al ratito llegó Gemma, no se cuándo, solo recuerdo darme cuenta de repente de que estaba allí en mi salón. También en algún momento vi que Jose salía con las perras a la calle… no se, son recuerdos inconexos, como cuando tienes un sueño y solo recuerdas algunas escenas de él. Y mientras tanto yo pensaba “a ver si se llena ya la piscina y me puedo meter” De repente tuve una contracción muy extraña, era menos dolorosa que las anteriores pero me hacía querer empujar, lo dije en voz alta y alguien me contestó “pues empuja” ahí me di cuenta de que ¡ya estaba en el expulsivo! y también de que no iba a haber piscina, ya que no daba tiempo.
La fase del expulsivo fue lo más salvaje que he vivido nunca, esa forma de empujar que tenía mi cuerpo y esos gritos/gruñidos que salían por mi garganta sorprendían a mi Yo Consciente que de vez en cuando se asomaba por ahí sin saber muy bien
qué hacer. Tengo que decir que mi Yo Consciente se sentía un poco perdida, intentaba tomar el control, intentaba ayudar recordando mantras que había oído o leído que me dieran fuerzas para empujar mejor o para soportar mejor el dolor, pero nada de lo que hacía surtía efecto y me frustraba. A día de hoy creo que lo mejor que podría haber hecho mi Yo Consciente para ayudar, hubiera sido no intentar nada, simplemente relajarse, desaparecer y dejar hacer a mi Yo Salvaje que se apañaba mejor sola.
Hubo un momento en que creo que la cosa se estancó un poco, porque las matronas me sugirieron que intentara hacer pis, al parecer mi vejiga estaba muy llena y le cortaba el paso al bebé. Lo intenté, pero aquello estaba bloqueado y no salía, así que se les ocurrió ponerme a hacer sentadillas en las contracciones para poder hacer más fuerza y aprovechar la gravedad. Como necesitaba algo a lo que agarrarme nos metimos todas en el baño y empecé a hacer sentadillas agarrada al lavabo, una bajada en cada contracción mientras empujaba con todas mis fuerzas.
Empezaba a estar cansada y las sensaciones eran muy muy intensas, entonces mi Yo Consciente me empezó a boicotear. Empecé a pensar que no quería seguir, que ojalá tuviera epidural, que si parir era así no iba a tener más hijos, que quería que me pusieran anestesia general y me rajaran el cuerpo para sacarme al bebé… a todo esto me desgañitaba gritando y empecé también a preguntarme si me estarían oyendo mis vecinos, y a preocuparme porque las matronas me hablaban pero yo gritaba tan fuerte que no las oía y pensaba ¿me estarán diciendo algo importante? En fin, que esa parte fue dura, que mi yo consciente estuvo demasiado presente y algo agobiada. Llegamos al anillo de fuego, esa parte en la que la cabeza está a punto de salir y sientes una quemazón tan intensa que piensas que te vas a partir por la mitad. ¿Cuántas veces durante el embarazo habré leído/oído que cuando sientes eso es que ya casi está, y que aunque lo parezca no te vas a partir por la mitad? Pues muchas veces, pero en ese momento yo lo que sentía era que me iba a romper y que no lo iba a conseguir. Recuerdo gritar “Que me ardeeee!!!!” y la voz de Marta diciéndome que buscara esa sensación, que eso era señal de que ya estaba, yo pensaba “¿Qué la busqueeee??? Pero si lo que quiero es esconderme de ella!!”… Ahora me rio de esos pensamientos que tenía, desde luego mi yo racional hubiera estado mejor fuera de la fiesta, era todo demasiado salvaje para ella. Recuerdo también que en algún momento, no se si fue en esta parte, cuando Gemma me puso un paño con agua caliente en la zona del culo lo cual que me alivió muchísimo el dolor. Y recuerdo ya el final, cuando ya salía el bebé, cuando yo ya estaba totalmente fuera de mi, gritando como si me estuvieran matando y golpeando el lavabo y el toallero mientras mi yo consciente me decía “ten cuidado con el toallero que está hecho a mano y lo puedes romper” ¡JA! Vaya un pensamiento más mierder para ese momento pero así fue, pues ese era el momento en que nacía mi bebé,
las matronas me decían que lo cogiera yo misma con mis manos, pero a mi, con tanta intensidad, me daba miedo hacerle daño (como al toallero) así que fue Marta quien lo sujetó mientas salía en dos empujones, primero la cabeza, el más difícil, y luego el cuerpo que se deslizó como un pececillo hacia el exterior. Entonces me ayudaron a recostarme sobre un colchón y me pusieron al bebé sobre mi pecho cubierto con una toalla. Yo no podía creer lo que acababa de pasar, estaba en shock, con el susto todavía en el cuerpo, lo había conseguido, al final sí, en un cuarto de baño de 2×3, recostada junto a la lavadora, con mi bebé tan pequeño y tan mojado encima de mi, no me lo terminaba de creer.
Yo pensaba que en ese momento me sentiría pletórica, con un subidón de oxitocina como nunca antes había tenido, como fuegos artificiales, una especie de amor supremo y conexión espiritual con el universo…. Había visto muchos videos de partos en Youtube y en todos me emocionaba mucho, lloraba cuando veía a la mamá coger al bebé entre sus brazos, y no veía el momento de vivir esa experiencia con mi bebé. Sin embargo cuando lo viví yo, me sentía un poco en shock, como si hubiera estado a punto de morirme, como si acabara de sobrevivir a un temporal en un barco y necesitara tiempo para asimilarlo… Fue realmente muy muy intenso, y hubo momentos, hacia el final, en los que tuve miedo de no poder con ello. Por otro lado ver a ese bebé, que había salido de mi cuerpo, no me lo podía creer ¡Es mi bebé! ¡Ha salido de mi! ¿de verdad? Qué milagro… Cuantas sensaciones se entremezclaban…
Tengo una foto que nos hizo Gemma, nuestra primera foto de familia, en la que estamos los tres, yo recostada junto a la lavadora, despeinada y con manchas de sangre en el brazo y en la cara, mi bebé de color azul-morado sobre mi cuerpo y Jose junto a nosotros con una preciosa y enorme sonrisa de oreja a oreja. De fondo el rollo del papel higiénico y un trozo del wáter. Bueno pues me encanta esa foto. Así fue mi parto: salvaje, sangriento y lleno de amor, en un cuarto de baño pequeño donde estábamos cuatro personas y de vez en cuando una de mis perras que se acercaba a ver cómo íbamos.
Cada vez que miro esa foto me emociono, y ahora sí, ahora, oigo los violines y veo el atardecer.
AGRADECIMIENTOS INFINITOS
Tomar la decisión de tener un parto en casa no fue fácil, tienes que luchar contra tus miedos y contra los de los demás. Yo empecé viéndolo como una locura pero cuanto más me informaba y más investigaba, más locura me parecía lo que está considerado como normal, y más lógico lo que en principio me parecía una locura. A pesar de ello ¿Cuántas veces me habrán dicho en el último mes de embarazo, con toda su buena intención, la frase de “¡Que sea una horita corta!” como si el momento del parto fuera una experiencia sí o sí terrible que cuanto antes se acabara mejor? Y eso que pensaban que iba ser en un hospital con todo tipo de analgésicos para el dolor… A los pocos a los que les dijimos que nuestro plan era tenerlo en casa se les deformaba el gesto al oir semejante barbaridad. Bueno no a todos, por suerte contamos con algunas personas que nos apoyaron en este proceso y que en parte lo hicieron posible. A día de hoy creo que tomamos la mejor decisión, pero como ya digo, fue un camino largo, y no hubiera sido posible transitarlo sin algunos apoyos. Así que aquí van mis agradecimientos a estas personas que fueron tan valiosas para nosotros:
Nuria Muela, la conocí por casualidad en el Festival Inspira, cada año que voy conozco a alguien que me aporta justo lo que necesito en ese momento, y en esta última edición fue ella, Nuria es doula además de gran persona, y me habló de las hormonas que intervienen en el parto y de los efectos secundarios de la oxitocina sintética y la epidural. Yo no tenía ni idea de esas cosas y estaba embarazada de casi tres meses. Fue toda una revelación para mi, me hizo plantearme qué tipo de parto quería y fue la semilla que me trajo hasta aquí.
A Xelo Baldó, que me surtió de libros interesantísimos y me apoyó y animó desde el principio, contigo no me sentía una loca, que genial tenerte cerca!
A las asociaciones Dona Llum y El Parto es Nuestro y sus grupos de apoyo en Facebook, que hacen una labor importantísima, para mi habéis sido imprescindibles.
A Marian y Julia de El Parto es Nuestro (Alicante) por estar al pie del cañón, todos los meses, compartiendo, escuchando y haciendo tribu. MUCHAS GRACIAS de corazón.
A mi matrona Pilar Oliver y mi ginecóloga Ma José Serrano que me han hecho el seguimiento de mi embarazo desde el primer día, de verdad que no podía haber tenido más suerte, me han tratado tan tan bien durante todo el proceso… me han aconsejado, apoyado, y respetado en cada una de las decisiones. Qué importante es contar con este tipo de apoyo durante el embarazo, me “tocaron” ellas de casualidad pero no las podía haber elegido mejores.
A Marta Sánchez y Gemma Méndez de Mujeres Sabias, las matronas que asistieron mi parto en casa, a ellas sí las elegí. Desde el día que las conocí supe que quería tener a mi bebé con ellas, no me importaba donde, y no me equivoqué con la elección. Repetiría con vosotras una y mil veces. Gracias por ayudarme a traer a mi bebé al mundo de esa manera tan especial. Ahora ya formáis parte de la historia de nuestra familia y me encanta que así sea, ya me imagino dentro de unos años, enseñándole a Olmo el álbum de fotos de su nacimiento y hablándole de esas mujeres que le ayudaron a nacer. Desde luego hacéis honor a vuestro nombre, sois Mujeres Sabias, y con vuestro trabajo hacéis del mundo un lugar un poquito mejor, gracias por hacerlo!!
A Jose, mi perfecto acompañante en esta aventura, mi apoyo, mi chico de logística, mi amor…GRACIAS por confiar en mi y atreverte a embarcar en esto que parecía una locura. Gracias por escucharme, respetarme, por hacérmelo tan fácil, gracias por cuidarme tanto… ha sido precioso vivir esto contigo, y sigue siéndolo.
A Olmo, porque por ti soy capaz de TODO.