Part paternalista


(Una usuària vol compartir amb nosaltres i els nostres seguidors i seguidores la seva visió sobre el paternalisme al part. Gràcies!)

prova_embaràsCuando supe que estaba embarazada, vinieron a mí un sinfín de emociones: alegría, incertidumbre y miedo, mucho miedo, terror, pánico. ¿A qué? Al parto. Yo misma me oí decir varias veces: “si me anestesian para sacarme una muela, ¿por qué voy a sufrir cuando haya que sacar a un bebé? No me quiero enterar de nada”. Después empecé a preguntarme por qué, por qué ese miedo al momento más importante de mi vida, y empecé a leer y a buscar información.

Leí muchas experiencias de parto normales, es decir, que no eran de riesgo en ningún momento (cerca del 80% según la Organización Mundial de la Salud): algunas parecían películas de terror y otras sueños maravillosos, “es un subidón”, dicen muchas. ¿Por qué tanta diferencia entre unas experiencias y otras? ¿Por qué algunas mujeres no querían volver a ser madres por miedo a otro parto y otras estaban deseando volver a vivir algo así? Mirando estudios, documentales, etc., me di cuenta de que era principalmente debido al alto nivel de intervención innecesaria y, en muchos casos, violenta, la que marcaba la diferencia.

Empecé a mirar estadísticas en España y en otros países de la Unión Europea, así como las recomendaciones de la OMS y me eché a temblar. Casi un 90% de episiotomías y casi un 30% de cesáreas en España. ¿Significa eso que las españolas estamos mal hechas? ¿Que necesitamos constante ayuda porque somos débiles y no estamos capacitadas para parir? No. En absoluto.

Todos hemos oído experiencias de parto, las de nuestras madres, las de amigas, las de conocidas… damos por hecho una serie de cosas: que hay oxitocina sintética; sonda; que la mujer tiene que estar tumbada (siendo ésta la peor postura para parir) e inmovilizada; que se le rasura el periné y se le pone un enema; que va a haber puntos; que para hacer soportable lo insoportable hay epidural; que si se alarga un poco hay cesárea; que hay ventosa, fórceps o espátula por alguna extraña urgencia de sacar al bebé; que al nacer al bebé se lo llevan para bañarlo, etc., además de técnicas cuyos nombres suelen ser desconocidos pero que las madres describen después de haberlas sufrido, como la maniobra Hamilton o la maniobra Kristeller. Pero de sufrimiento fetal y de emergencia real se oye poco, como si todas esas cosas fueran para curarse en salud.

Cuando una mujer dice que quiere un parto natural la tachamos de loca, pero un parto natural es algo más que dolor: es moverte como tu cuerpo te pide, es elegir la postura para parir con la que mejor te sientas, es traer a tu hijo a la vida sin prisas, sintiéndolo, sintiéndote fuerte… Un parto no sólo es algo físico, es algo profundamente emocional que te marca para siempre. ¿Por qué habría de ser una locura querer algo así de maravilloso? ¿Por qué es algo que nos es negado a las españolas en la mayoría de los hospitales? No neguemos la evidencia, vivimos en una sociedad sumamente paternalista y patriarcal, la mujer es el sexo débil, necesita que la guíen, que no se le explique qué está pasando con su cuerpo y el de su hijo. Parece que lo único importante es el resultado final, pues bien, a ese resultado final hay que sumar las terribles consecuencias físicas y psíquicas que muchas mujeres sufren: como pesadillas, depresión o ataques de ansiedad, o mujeres con grandes episiotomías que después de años no sanan haciéndoles imposible tener relaciones sexuales y dejándoles graves problemas de incontinencia. “Una episiotomía sirve para evitar desgarros”, dicen, actualícense, señores, la OMS lleva años diciendo que un desgarro suele sanar mejor que una episiotomía ya que son dañadas menos capas de tejido. Y sin olvidar que en un parto en el que la mujer elige la postura en el expulsivo la tasa de episiotomías y desgarros disminuye de manera sustancial.

Luego están las cesáreas, o “innecesareas”, ¿casi un 30%? ¿De verdad? No olvidemos que una cesárea no es un masaje relajante, es cirugía mayor y una de las mayores causas de mortalidad materna en los partos que debe ser llevada a cabo sólo cuando haya una necesidad vital. Cosas como, “es que es un bebé grande” (con los ecógrafos hay un margen de error de medio kilo) o “es que no sale, no dilatas”, (¿cómo va a dilatar y a salir si no se puede mover y está tumbada?) son motivos por los que una parturienta sana con un bebé sano que no da síntomas de sufrimiento fetal pasa a quirófano. ¿Acaso nos operan de otras cosas sin necesidad? No puede ser que un 30% de partos requieran cesárea, ¿por qué se recurre al bisturí con tanta facilidad? ¿Cesáreas preventivas? Muy bien, que sean a demanda y a elección de la mujer, no imposiciones.

Luego están las cosas que no figuran en los informes médicos, cosas que las mujeres describen pero cuyos nombres desconocen. La maniobra Hamilton consiste en despegar la bolsa amniótica del útero durante una exploración vaginal con el fin de poner en marcha el trabajo de parto, cuando en realidad dicha exploración no es necesaria si el parto no se ha iniciado y aún así el Ministerio de Sanidad recomienda los mínimos tactos posibles con el fin de evitar infecciones. Es decir, ponen en marcha el parto sin permiso de la madre y sin necesidad. Por su parte, la maniobra Kristeller, desaconsejada por la OMS y prohibida en países como el Reino Unido, consiste en presionar sobre el útero de la mujer para hacer salir al bebé. ¿Posibles riesgos de esta maniobra? Lesiones en el útero, el periné y la vagina de la mujer y lesiones en el bebé e incluso la muerte de ambos.

Bien, tenemos oxitocina, sonda, inmovilización, enemas, rasurado, episiotomías, cesáreas, maniobra de Hamilton, maniobra Kristeller, ventosa, fórceps, espátula… y como resultado de todo esto, la epidural, visto lo visto, para muchas una bendición, aunque no olvidemos que tampoco es agua del Carmen. Muchos diréis, “ya, pero… ¿y si pasa algo?”, si pasa algo, es cuando hay que intervenir, no puede ser que en todos los partos españoles haya riesgo, no me lo creo, sencillamente no me lo creo. Veo como se hacen las cosas en otros países, como en el Reino Unido hace treinta años se actuaba como en España y ahora más del 70% de los partos hospitalizados son naturales; o como en Holanda la Seguridad Social cubre los partos en casa con una comadrona y que si quieres parir en un hospital es pagando o porque es un embarazado de riesgo. No olvidemos que, gracias al control fetal actual, es muy fácil determinar cuándo puede haber problemas reales. Miro hacia esos países, comparo y me da pena, mucha pena.

¿Y sabéis que es para mí lo peor? Que no se informa, que no se pide permiso, que actúan sobre el cuerpo de esa persona como si fuera una res. La incertidumbre y el sentir después que han hecho contigo lo que han querido es humillante, denigrante.

Algunos diréis que el médico tiene su carrera y que él o ella sabrá mejor que yo qué hacer. Muy bien. Imaginaos una cosa, imaginad por un momento que por naturaleza los hombres pasaran por un proceso similar al del parto. ¿Les tratarían así? Lo dudo. Pensad que para cualquier otra intervención médica, como una operación de riñón o de fimosis, hay que firmar una autorización, ¿por qué no se requiere una autorización para cortarle la vagina a una mujer? Si una persona enferma, el médico diagnostica y aconseja, pero es la persona quien decide si sí o si no conociendo los posibles riesgos de una y otra opción, para esto están los planes de parto en los que una mujer expresa sus deseos en cada circunstancia. Sin embargo a la parturienta se la trata como a una niña enferma que nada ha de hacer. Un parto no es un proceso médico complicado que haya de ser tratado de urgencia; es un proceso fisiológico que puede complicarse en contadas ocasiones. Hay nueve meses para informar de todo lo que puede ocurrir, de los posibles riesgos en cada circunstancia, nueve meses para que la mujer decida y comunique sus decisiones. En una operación de apendicitis, el paciente poco puede hacer y el que actúa es el médico; en un parto normal, una mujer lo puede hacer todo y el profesional sólo ha de observar, dar apoyo y guiar si es necesario. Para un parto hay que prepararse física y emocionalmente, para que te saquen una muela, no.

Escribo todo esto porque cuando digo que quiero un parto respetado la gente no lo comprende, no comprende que mis decisiones han de tener importancia, que en el parto seré yo la protagonista. No comprenden que tengo derechos tanto como ciudadana de este país como ser humano. Tengo derecho a estar informada, a que se me consulte; tengo derecho a que no corten mi vagina; a que no provoquen mi parto sin consultarme; a que no me pongan un enema, una sonda o me rasuren el periné cuando no hay necesidad y yo no quiero; tengo derecho a que no me ninguneen; a que no me traten como a una ignorante; a estar acompañada por quien quiera durante todo el proceso y a que no me separen de mi bebé si no hay una necesidad vital en ello; tengo derecho a que no me inmovilicen y que no practiquen sobre mí maniobras peligrosas sin mi consentimiento; tengo derecho a que no perforen mi útero si no peligra la vida de mi bebé; tengo derecho a que se respeten mis decisiones por encima de cualquier protocolo hospitalario. Sí, las mujeres tenemos derecho a todo esto y durante años se nos ha negado y que no os engañen, es una cuestión legal, si estos derechos os son negados, denunciad.

Me parece alarmante que las mujeres y la sociedad no sepan esto, que haya que documentarse tanto sobre el proceso porque los médicos no informan, su idea es que te dejes hacer. Es triste tener que rastrear hospitales, buscando uno en el que respeten tu plan de parto (algo amparado por la ley y que en muchos sitios o no lo aceptan o lo ignoran); tener que buscar a profesionales que te respeten, que no te traten con prepotencia y que confíen en tus capacidades como mamífera para parir.

Con todo esto no quiero atacar a la comunidad médica, admiro a los médicos y enfermeros, en serio. Años preparándose por pura vocación, por deseo de ayudar a otros y salvar vidas, afrontando momentos muy duros que endurecen el corazón, noches sin dormir para atender urgencias, horas encerrados en un laboratorio investigando, buscando curas y vacunas… hacia ellos no siento más que respeto y gratitud. Esto no es más que un ataque a los protocolos de hace ya más de treinta años y los cuales vienen de siglos atrás. Quizá sea hora de cuestionarse esos protocolos igual que en su momento nos cuestionamos la práctica de lobotomías, sangrías o el uso de sanguijuelas. El dejar atrás la medicalización sistemática del parto no ha de considerarse un paso atrás, sino un paso adelante, usar la tecnología cuando es necesaria y de una manera más ética, en resumen: humanizar un proceso tan humano como es el de venir al mundo.

Llego ya al final, he dicho mucho, tenía mucho que soltar y todo viene por un motivo, uno solo. Y es que cuando digo que quiero un parto respetado y en qué consiste tengo que dar explicaciones, he de dar explicaciones de por qué quiero que se me respete a mí y a mi cuerpo, ¿por qué?, ¿por qué han de ser necesarias estas explicaciones y no se dan por obvias?, ¿por qué la gente se cuestiona esos derechos, incluso las propias mujeres? Buscad vosotros mismos una respuesta, yo no doy con ella, sólo se me ocurre que esta sociedad tan paternalista con la mujer ha de cambiar y mucho, y somos nosotras las mujeres las que tenemos que impulsar ese cambio exigiendo ese respeto, informándonos, denunciando y haciéndonos valer. Somos mujeres, estamos hechas para parir, no lo olvidéis, para parir sin miedo.

Ilítia.

Imatge d’ Esparta Palma a Flickr

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