Este era mi segundo embarazo. El primero fue parto vaginal un poco largo, en Sant Joan de Déu (Esplugues-Bcn) algo invasivo y muy instrumentalizado. Pero fue vaginal, sí, y nunca imaginé cuánto valor tendría eso para mí en el futuro.
Poco después de tener a mi primer hijo me trasladé a vivir a un pueblo de montaña al pie del Cadí, que por entonces contaba con 4 habitantes. 6 años después volví a quedarme embarazada.
Para este embarazo decidí ir a la Maternitat de Barcelona, pues ofrecen posibilidad de parto natural, con bañera, pelotas, puedes presentar tu plan de parto por escrito y comodidades para que tu parto sea lo más semejante a lo que deseas.
Aún por la distancia que me separaba del Hospital (unos 150 km) yo estaba muy decidida a ir allí a parir. Le contaba a todo el mundo que yo iría a la Maternitat a tener a mi bebé, que todo allí era perfecto… Tenia tanta ilusión!!!!
Empezaron a visitarme en la semana 35. Hice una primera visita guiada con una comadrona majísima. Me enseñó las instalaciones y charlamos un rato sobre cómo se desenvuelven los partos en La Maternitat, que son muy respetuosos, en fin, yo estaba en una nube.
El embarazo iba perfecto, a pesar de tener hipotiroidismo yo me sentía fenomenal, no tenía ni vómitos, ni mareos, sólo una barriga monumental y algún quilo de más.
Mi primera visita en la Maternitat fue con el que parecía un buen médico, aunque me insinuó que estaba “tan gorda porque comía demasiado” alegando que mi enfermedad tiroidea (Hipotiroidismo derivado de Tiroiditis Autoinmune de Hashimoto) nada tenía que ver con mi desmesurado aumento de peso. Comencé el embarazo con 65kg y hacia la semana 36 ya estaba en 85kg. Aún así me mantuvo la dosis de Eutirox que tenía preescrita.
Una noche, antes de acostarme, estando de 38 semanas, me doy cuenta que he perdido el tapón mucoso (BIEEN!!!) se acercaba el momento tan esperado de conocer a este dulce bebé! Tenía contracciones y eran bastante regulares, así que decido ducharme y aviso a mi marido que por la mañana saldremos para el hospital…
De camino a Barcelona muchos dolores, y noté pérdida de agua, así que pensé que igual había alguna fisura en la bolsa. Llegamos a la Maternitat, entrando por urgencias, y me pasan enseguida. Me atiende una comadrona muy estúpida que mira mi historial y va diciendo en voz alta “vaya tuviste problemas en el primer parto” “fórceps, palas, ventosa…” y yo le acompaño“sí y kristeller, y prisas, y oxitocina…”
En fin, dejamos el tema, me hizo un tacto con una tira que comprobaría la existencia de líquido amniótico, me dolió muchísimo y sangré un poco, el resultado dio negativo, y me dijo que “parecía una primeriza” que no estaba de parto, que tenía “mucho cuento y el cuello del útero demasiado largo”.
¡Pero qué persona tan desagradable por favor! La Maternitat empezaba a decepcionarme, pero como en todas partes, hay personal de todo tipo, y bueno, me había tocado una comadrona borde, igual la próxima vez tendría más suerte.
Así que me dio el alta. Pero me quedé en el hospital puesto que eran las 9 de la mañana, y tenía revisión a las 11 con el doctor. Le conté lo de la “falsa alarma” y me hizo otro tacto. Esta vez dolió. Tengo que decir que nunca había sentido un dolor tan intenso en un tacto. Fue como si me estirase del intestino hacia la vagina. Grité. Y me dijo “no grites mujer, si te dolía ¿por qué no lo decías…?” Menudo día llevaban todos en la “Mater” como ellos la llaman…
Tras el “tacto” me dijo que si no me ponía de parto esa misma noche, lo haría al día siguiente. Cosa que no pasó. (poco después me informé y supe que me habían hecho lo que conoce como Maniobra de Hamilton). Nos volvimos a casa y estuve 2 días con un dolor tremendo y sangrando. Llamé a la Maternitat para comunicarlo pero me dijeron que “era muy normal sangrar después de un tacto”
Volví a revisión en la semana 40, esta vez me visitó otra doctora pues el doctor que me había visitado hasta entonces estaba de vacaciones, me dice que mi bebé es macrosoma (gigante) y que pesa ya unos 4’800. Además me salió una especie de dermatitis que según la factultativa era debido a una colesatasis intrahepática gestacional, y sin encargar ningún análisis para confirmar o descartar este diagnóstico, me hicieron firmar la inducción por riesgo.
Me informé acerca de la colestasis, y me aconsejaron que aceptase la inducción, pues era causa justificada para realizarla. A mi me parecía raro que me diagnosticasen una colestasis sin previa analítica, pero pensé que igual no hacía falta por la evidencia de los síntomas…
Llegué el día de la inducción, martes 13 de enero, a las 12 del mediodía, con unos picores horribles, tenía todo el cuerpo lleno de granitos ya no sabía si por la colestasis, o por reacción alérgica (soy alérgica al látex, níquel, cromo y otros..)
Nada más entrar entregué mi plan de parto a la auxiliar que me atendió, “¿qué son esos granitos que tienes?” yo le dije que era por una colestasis… “¿no consta en mi historia? De hecho me hacéis la inducción por este motivo, por lo menos así me lo vendisteis…” A mi comentario la auxiliar me mira desconfiada y lo comenta con la comadrona, lo hablan entre ellas sin comunicarme nada en concreto.
A continuación, me pusieron la vía, y me hicieron el primer tacto, “no tienes ni un dedo…” así que me dijeron que me iban a poner “el globo” que es una sonda incomodísima que se “engancha” en el cuello del útero y lleva una especie de globo al final, el cual llenan de agua y eso según el personal, me haría “dilatar” antes… me tuvieron con esa sonda pegada a mi útero unas 10 horas y yo incomodísima deseando me sacaran esa cosa.
Les informé una y otra vez de mi alérgia al látex, pero no me hacían demasiado caso… Una vez me la sacaron mi suplicio no cesó…me llevé otro maravilloso tacto. “Tienes el cuello cerrado, vamos a hacerte monitores”
Eran las 22h. Tenía picores y mucha hambre, pero no me dejaron comer nada. Hasta ahora el personal era normal, sin pasarse de simpáticas, pero educadas en todo momento. Los monitores marcaban contracciones, pero a mí no me dolían.
En la sala de monitores, compartida por supuesto, estuve con una chica que pagó 70 euros por una habitación individual. “qué suerte tener dinero” pensé…
Pero la cosa empezó a cambiar, cambió el turno y vinieron tres comadronas (creo porque no se presentaron) me hicieron dos tactos más, primero una comadrona, y luego la otra, la tercera estaba como observando, me dijeron que estaba de 3cm pero todavía no había borrado el cuello, así que me pusieron prostglandinas…y me subieron a planta.
En planta me ubicaron en una habitación compartida con una chica que cada dos por tres se sacaba leche con el extractor para sus gemelos, que había tenido el día anterior y que estaban en la incubadora. El entorno no era del todo adecuado y yo estaba muy cansada y dolorida de los tactos, todavía tenía esa sensación incómoda que me había hecho sentir la sonda, (y eso que ya no la llevaba) y yo todo el rato pedía la bañera, aquella maravillosa bañera que me mostraron el primer día en la visita guiada, la bañera para dilatar… pero me daban largas….
Me puse a andar, “tú haz pasillos” me había dicho Inés, una enfermera muy maja. Había dejado de sentir mi cuerpo, no notaba contracciones y eso que según los monitores las tenía, y eran intensas. Yo no notaba nada, sólo sentía cada vez un miedo más grande hacia el personal de la Maternitat, “¿Quién aparecería por la puerta ahora?” “¿Vendrán a hacerme otro tacto de esos sin tacto?”
Pedí la pelota ..y una ducha con agua caliente… me concedieron estos dos deseos como haciéndome un favor. Pedí algo para el picor, tenía más granitos que por la mañana y me estaba poniendo muy nerviosa. Me dijeron que no podían darme nada para el picor, así que me conformé con rascarme, no sin antes decirme que “las habían visto más valientes”
Empecé a sentirme derrotada. Ya ni tenía ganas de andar. Sobre las 5 de la madrugada las contracciones empezaron a ser intensas, así que llamé al timbre y le dije a una enfermera que empezaban a dolerme mucho las contracciones, me bajaron a la sala de dilatación de nuevo. Allí me quitaron las prostglandinas y me hicieron otro tacto, para confirmar, que seguía igual.
Me pusieron las correas y allí me tuvieron en monitores un buen rato. Hacia las 8 de la mañana me pusieron oxitocina porque el parto “no avanzaba”. Sobre las 10 de la mañana me trasladaron a una sala para mí sola, me pusieron la epidural y me dejaron un mando a distancia con el cual yo podía ponerme hasta 3 dosis más de epidural si así lo necesitaba.
En seguida noté que se me durmió media parte del cuerpo, y empezaba a notar contracciones en un lado, así que di al botón las 3 dosis extra de epidural, pero parecía que cada vez tenía más sensibilidad, parecía que la anestesia no surtía efecto.
Al cabo de un rato vino por fin mi doctora, mi camilla era de esas que se transforma en potro, así que quiso hacerme un tacto a ver cómo iba, me dijo que pusiera las piernas sobre el potro pero tenía una pierna muy dormida y la otra muy despierta, así que puse una pierna sobre el potro y la otra pierna se cayó, intenté subirla yo sola puesto que las enfermeras me miraban como si fuese un bicho raro, al fin me ayudaron a instancias de la doctora que dijo muy humanamente “pero cómo estás, si es que no colaboras, cómo quieres dilatar si ni siquera eres capaz de poner una pierna sobre el potro” (sin comentarios…)
En el tacto comprobó que ahora en vez de estar de 3 cm estaba de 2cm, había retrocedido, y me dijo que esperaríamos hasta las 12. Cuando se fueron empecé a notar como se despertaba la pierna que tenía dormida, y ya vi que aquello no era normal. Llamé a la enfermera para que avisase al anestesista y le comenté lo que pasaba, comprobó entonces que el cable que conectaba el mando con las reservas de epidural estaba desconectado, por tanto era imposible que me hiciese efecto alguno.
Me dijeron que iban a buscar más anestesia, por entonces eran casi las 12 y yo ya pedía por favor que me hiciesen cesárea, o lo que sea pero que llevaba casi 24 horas allí sufriendo y no dilataba, y no avanzaba, y ya sufría por mi bebé.
El anestesista movió la vía de la epidural para ver si la anestesia se repartía mejor por ambos lados del cuerpo y me inyectó otra dosis más, al cabo de diez minutos ya me dormía sin quererlo y veía, a ratos, la cara de mi marido mirándome muy preocupado.
Me despertaba y me dormía. Llamé a las comadronas y les pregunté que qué iban a hacer conmigo, si les quedaban más torturas posibles por hacerme y que por favor avisasen a la doctora, pues yo ya no aguantaba más, que en un principio no quería cesárea, pero que aquello era insoportable. Me dijeron que la doctora tenía dos cesáreas y que no podía venir a atenderme.
No lo entendía, yo llevaba 24 horas de inducción, pero se ve que todavía podía esperar más, y hasta me insinuaron que yo era muy impaciente.
Sobre la 1 del mediodía del miércoles 14 de enero, entró la doctora por fin. Me dijo que íbamos a cesárea “pero no porque tú la pidas, sinó porque no avanzas y es la única salida” A mi ya me daba igual, sólo pedía salir viva de La Maternitat, con mi hijo sano y salvo.
Me sacaron de esa sala y me trasladaron a quirófano, se llevaron a mi marido para ponerle una ropa apta para quirófano. Mientras me llevaban a quirófano la doctora alegó que teníamos que ir rápido pues había quedado para comer a las 14h, y acto seguido se tomó dos gelocatiles “avui tinc un mal de cap horrorós” le dijo a mi marido, y no paraba de repetir que la cabeza le iba a explotar…
Una vez entré en quirófano un frío horrible se apoderó de mí, estaba temblando, me pasaron a otra camilla, la cual la inclinaron diciendo que era mejor para la circulación de la sangre, yo tenía la sensación que me caía…Pero muy amables, me dijeron, que no me preocupase por caerme, pues ahora mismo lo solucionaban. Pusieron mis brazos en cruz, y me los ataron a unos soportes que salían de la camilla. Aquello todavía generó más pánico en mi.
La anestesista entró y dijo que iba a buscar otra dosis de epidural (¿pero no había ido antes?) mientras a mí me quitaban la vía de la mano izquierda, para ponerla en el antebrazo derecho, pues según ellos era mejor.
Temblando, sola, con frío y asustada empecé a preguntar por mi marido, “ahora viene” me decían. El quirófano empezó a llenarse de gente muy joven, todos con máscaras, y la puerta del quirófano estaba abierta, conté unas 8 personas dentro del quirófano. (Mi marido contó más pero quiero ser comedida)
Me pusieron esa especie de tela verde para que no veas lo que pasa ahí abajo, y empecé a notar unas consquillas en la barriga. Me dijeron que me ponían yodo. Entonces vi a la comadrona amable de la primera visita, y pensé que ella me ayudaría. Le pedí que fuese a buscar a mi marido, y entonces me dijo que lo sentía mucho, pero que mi marido no podría entrar… yo no entendía nada, en mi plan de parto dejé bien claro que quería que mi marido me acompañase…
”Tinc por, ajuda’m siusplau…tinc molta por…” le dije llorando de miedo y desesperación, pero ella no respondía nada, sólo me miraba.
De repente, me vi sola, rodeada de mucha gente desconocida, llena de cables y agujas, y dos lagrimones gordos cayeron sobre mis mejillas,”¿por qué tuve que ir a parar a ese hospital”, me sentía como un cerdo a punto de entrar al matadero.
Sin esperarlo, noté un dolor muy intenso y afilado en la zona púbica, y grité como nunca había gritado en mi vida, “Aaaahhhh, nooooo!!! No me cortéis aún por favor, esto no, me duele, no estoy dormida, parad!!!” “Socorrooo!!!” “No quiero morir por favor, no me matéis, no investiguéis conmigo, dejadme por favooooooor!!!” “Mi maridooooooo, Agustíiiiii!!!Ajudaaaa!!!”
Noté que me introducían unos tubos en la nariz, y ya no recuerdo nada más.
El silencio.
Mientras tanto mi marido fuera lidiaba, en vano, por entrar a quirófano a por lo menos a darme la mano… Pero no pudo.
Yo grité su nombre tan fuerte que creo que me oyeron en todo el hospital… Según me cuenta mi marido, cuando empecé a gritar, se formó el caos. Salieron de quirófano reclamando a la anestesista, que necesitaban anestesia urgente. La anestesista entró enfadada por que habían empezado a cortarme sin esperarla a ella.
Mi marido lo oía todo desde fuera, de hecho la puerta de quirófano seguía abierta…Empezaron a entrar “batas verdes”, como los llama él, y dice que la puerta del quirófano nunca se cerró. De hecho, añade, que había personal sanitario que salían de otros quirófanos y se paraban en el mío, a mirar desde la puerta…Aquello era un espectáculo.
Me desperté, con mi pequeño en el pecho, yo temblaba y lloraba…me habían roto el alma en mil pedazos, mi marido se veía afectado, había estado llorando, lo vi enseguida, pero me dijo que lo importante es que estábamos todos bien.
Cuando sacaron a mi bebé de quirófano, una comadrona dijo a mi marido que fuese con los pediatras que se disponían a “limpiar y a reanimar” al bebé, él los siguió preocupado y extrañado por el color de piel tan oscura que tenía su hijo, estuvo presente durante la reanimación y mientras le limpiaban los ojos, le cortaron el cordón, lo median…pesaban… entre 6 pediatras y 3 enfermeras. Acto seguido le dijeron que si quería coger al bebé ya podía hacerlo, y así lo hizo.
Estaba envuelto en una tela verde, ya limpio y justo entonces empezó a abrir los ojos, mi marido lo sostenía en el pasillo, entre la incubadora y el quirófano dónde yo estaba. Entonces se le acercó una enfermera y le preguntó si prefería sostener a su hijo ahí, en el pasillo con el frío que hacía, o bien ponerlo en la incubadora donde estaría calentito. Mi marido accedió a lo segundo, pensando que sería lo mejor para su hijo, tal y como decían las comadronas allí presentes.
Me dijo que al despertar de la anestesia tuve un ataque de pánico y que gritaba “Socorrooo..Auxilio…Ayudaaa…deixeu-me en pau desgraciats…!!!”, según dice tuvo que entrar personal a sujetarme pues quería quitarme la vía y golpear a todo el que se me pusiese por delante.
Al cabo de media hora, ya mucho más calmada, me sacaban de quirófano. Allí estábamos, en el pasillo, mi marido de pie, por fin a mi lado, yo adormilada en la camilla y mi hijo al lado en la incubadora.
Fue una enfermera que tiene parientes en Noves de Segre, la que sacó a mi bebé de la incubadora y me lo puso en el pecho, estando yo todavía un poco adormilada. Esa mujer se encaró contra los pediatras y médicos que me atendieron, decían que yo estaba bajo los efectos de los medicamentos y que podía hacerle daño a mi hijo, y ella dijo “pues si le pasa algo a este bebé, yo me haré responsable” A esta mujer le agradeceré infinitamente ese gesto tan humano que tuvo con nosotros. Gracias.
Pase cuatro días de pesadilla en La Maternitat. Nos subieron a planta sobre las 5 de la tarde, y aquella misma tarde tuve un ataque de pánico, con dolores incontenibles en mi barriga y tuvieron que sedarme.
Mi compañera de habitación, en vez de preocuparse por mi estado, pidió un cambio de habitación porque yo era “insoportable” Pagó los 70 euros por su habitación individual y ni siquiera nos dijo adiós.
Nadie me explicaba nada, por qué me dolía tanto, nunca vino la doctora a explicarme cómo había ido mi cesárea, ni los motivos por los que mi marido no entró, nada, cero.
Por lo visto yo debía ser la paciente molestota, porque casi todo el personal parecia molestarse con mis llamadas por el dolor o el picazón de mi dermatitis que cada día era peor.
Cada día se llevaban a mi bebé al nido para cambiarlo, bañarlo, y pesarlo, yo me negué pero me dijeron que era obligatorio, y me lo creí. Me sentía tan hundida al coger en brazos a mi bebé cuando me lo devolvían del nido, era como si hubiese estado llorando un buen rato pobrecito mío, venía rendido. Y yo no había hecho nada para evitarlo, al día siguiente no les dejaría llevarse a mi hijo al nido. Pero al día siguiente aprovecharon un momento que yo dormía para llevárselo, diciendo a mi marido que se lo llevaban a hacerle unas pruebas.
La segunda noche mi bebé lloraba, a mi aún no me había subido la leche, tenía calostro pero por lo visto para las enfermeras no era suficiente. Como mi bebé no se calmaba vinieron tres enfermeras a darle un biberón a mi hijo sí o sí. Yo estaba alucinando.
Entraron y me dijeron textualmente “Vamos a llevarnos a tu hijo al nido y le daremos un biberón porque es evidente que tiene mucha hambre” Tuve que pelearme con ellas porque me trataban como una loca. Empezaron a decirme tonterías como por ejemplo que mi hijo se iba a deshidratar, que yo desvariaba, incluso me amenazaron con inyectarme un sedante pues yo “no parecía estar centrada”
Entre mi marido y yo logramos que no le diesen biberón y que nos dejasen en paz. Aún así nos avisaron que por favor dejásemos dormir al resto de pacientes de la planta, y que si el bebé no se calmaba tendrían que llevárselo para ver qué le pasaba.
Al tercer día, mi urticaria empezó a ser peor, y se me había hinchado la zona de alrededor de la vía. Pedí que me cambiasen la vía porque no soportaba el dolor y el picor. Además de insistir en que viniese un dermatólogo a verme, pues estaba hecha un cromo.
Me decían que para que me viese un dermatólogo, tenían que hacer una “interconsulta” y por lo visto, eso era muy complicado. Entonces pedí que me retirasen la vía, si no venía ningún dermatólogo yo me negaba a llevar la vía, pues era evidente que me hacía reacción, ya fuese por el plástico, las gasas o lo que fuese, tenía todo inflamado.
Me costó mucho conseguirlo, incluso vino a verme una médico residente (según dijo de medicina interna) y me avisó que si sufría una reacción alérgica severa tenían que ponerme otra vía, y que esa ya la llevaba puesta, en fin que me la quitaban bajo mi responsabilidad, y les dije que sí, que me la quitasen, porque estando bajo su responsabilidad ya había sufrido bastante, y no quería sufrir más. Aquella misma tarde me retiraron la via.
Al cabo de un rato vino una enfermera a ponerme Diprogenta, una pomada a base de cortisona para aliviar la urticaria, que por entonces, ya se había apoderado de todo mi cuerpo. Parecía que por fin algo salía bien. Me tenían que aplicar la pomada por todo el cuerpo, cada 4 horas, hasta terminar el tubo, y debía estar ese período de tiempo completamente desnuda en la cama, en la misma habitación compartida.
Aunque en el fondo, ya no podían humillarme más, e incluso las visitas de mi compañera de habitación se quejaron por tenerme como me tenían, desnuda y sin opción a un mínimo de intimidad, y pidieron un cambio de habitación. A ellos también les concedieron dicho cambio, previo pago de 70 euros, por supuesto.
Al cuarto día de ingreso yo ya estaba deseosa de irme a mi casa, pero como no, otro inconveniente…viene una enfermera y nos dice que no nos puede dar el alta porque mi bebé ha perdido 500gr y si no le doy suplemento artificial, no me dejan irme a casa. “¿Cómo? ¿Qué mi hijo ha perdido medio quilo? ¿Y esperáis a hoy para decírmelo? ¿Acaso no lo habéis estado pesando cada día en el nido? ¿Por qué no me lo habíais dicho antes que perdía tanto peso?”
Aquella enfermera me dijo que ella no sabía nada, ciertamente no la había visto antes, así que para qué discutir más. Me quería ir ya. Pensé aquello de (“dame pan y llámame tonto”) y accedí…”Sí, Sí le daré suplemento claro que sí” les dije y me dieron el alta. Qué fácil fue!
Me citaron para la cuarentena y les dije que “Rotundamente no, ya me habéis torturado bastante, el control de la cuarentena lo haré en cualquier otro hospital, me da igual cuál, pero no pienso volver a poner los pies en La Maternitat, por lo menos como paciente”
Y me fui. Nos fuimos, por fin, no me lo podía creer. Salíamos vivos los 3. Con una cicatriz cada uno en un sitio distinto, y una en común, el no haber podido tener un parto respetado, en un hospital que no merece llevar el nombre que lleva. La Maternitat.
Y como así es la vida, de camino a casa, una vez pasado el Túnel del Cadí, me subió la leche (y algo de mi autoestima también) avisé a mi marido que parase en Bellver mismo, y ahí hicimos la primera toma de pecho, me salía la leche a chorro!!
Mi bebé nació con 4’470gr un 14 d enero, nos fuimos de la maternidad el dia 17 de enero, y por entonces pesaba 3’950gr; el 22 de enero ya pesaba 4’300gr. Sin leche artificial. Sin presiones. Con amor, sólo eso.
El 21 de enero me quitaron los puntos de la cesárea. Me costó mucho. Tuve miedo. Por suerte me los quitó una comadrona fantástica y cariñosa que no me hizo nada de daño, en el hospital de la Seu d’Urgell.
Nunca en mi vida había pasado tanto miedo como el día de la cesárea de mi hijo. Me refiero a miedo a morir. Terror, pánico…La Maternitat de Barcelona, hizo que el día más importante y bello de mi vida se convirtiese en una película de terror. Aunque yo aún he tenido suerte pues mi bebé y yo estamos vivos. Traumados, pero vivos.
A la salida de La Maternitat nadie me pidió disculpas por el error del corte en vivo. Tampoco me dieron explicaciones de por qué no se respetó mi plan de parto, ni de si era verdad o no que se había extraviado… Para ellos fui otro caso más de cesárea por fracaso en la inducción al parto, pero para mí fue el peor día de mi vida, el día del nacimiento de mi hijo, porque en el fondo, no fui consciente de que había vuelto a ser madre, hasta que me vi amamantándolo cuatro días después.
Puedo decir que pudieron conmigo, me quitaron mi parto, incluso me quitaron la opción a una cesárea “respetada” pero no me quitaron ni mi lactancia ni mi maternidad. Ahí ya sí que no.