El año previo al nacimiento de Bruno fue muy pero que muy especial, el más bonito y maravilloso de mi vida. Un gran año de cambios muy importantes en el que conocí a mi media naranja y mi medio limón, sí, al papá de Bruno. Fue de esas conexiones a tantos niveles que te hacen sentir mágica, especial, de las que no dejan que la sonrisa de tu rostro se desvanezca y la felicidad llena a borbotones tu vida.
Tan solo un par de meses antes de empezar nuestra especial relación que fue a raíz del mundo del pan, (yo seguía a mi compañero de vida @aquihaybuenpan en las redes sociales hasta que un buen día nos conocimos), decidimos fuertemente crear una nueva vida, la de nuestro especial bebé del que hoy os relato su nacimiento.
A las pocas semanas de quedarme embarazada y después de asistir a la sesión informativa del Hospital Sant Joan de Déu, estuvimos indagando por las redes hasta que finalmente decidimos que queríamos un parto natural, respetado al máximo, en un lugar tranquilo, nuestro lugar, nuestra casa y acompañados por las comadronas que contratamos.
Mi embarazo cursó feliz y espectacular, tan sólo algo de ciática y ardor de estómago. Estaba feliz de lucir mi barriga después de que en julio del 2010 tuviese un aborto espontáneo a las pocas semanas. Seguí con algunas clases de yoga y con los mínimos controles necesarios hasta que en la eco del tercer trimestre nos dimos cuenta de que Bruno estaba colocado en posición de nalgas. No le dimos mayor importancia ya que sabíamos que hasta momentos antes del parto Bruno podía colocarse de cabecita para nacer. Fue en la semana 37 cuando vimos que seguía de nalgas, empezamos a pensar en un plan B y a tratar de estimularlo con diferentes técnicas para intentar que se girara y poder parir en casa como deseábamos. Hicimos moxa, acupuntura, ejercicios en casa, di volteretas e hice el pino en la piscina… pero nada, Bruno estaba cómodo en esa posición. Habiendo la posibilidad de que no se girara, programamos una Versión Cefálica Externa en el Hospital de la Vall d’Hebrón, ya que nuestras comadronas nos comentaron que era uno de los hospitales que atendía ese tipo de partos y que nunca había dejado de hacerlo.
Llegó el día, algo nerviosa, entramos al mostrador de urgencias al que nos dijeron de ir a la hora citada y, cuál fue nuestra sorpresa? No nos tenían programados. Empezamos bien, pensamos… No me voy a extender mucho porque estuvimos muchas horas allí bastante
descontrolados, casi olvidados en un box y reclamando atención varias veces. El personal del hospital no sabía ni qué hacer con nosotros, unos decían una cosa, luego venía otra chica y decía otra, que si hay poco personal, que si hay una cesárea, que si esto y lo otro y yo, a todo esto, habiendo desayunado bastantes horas atrás… Por fin llegó el momento, me administraron el relajante muscular y a los 10 minutos me cambiaron de camilla y me pusieron entre cortinas (algo que no me gustó demasiado), estábamos concentrados en ese giro. Lo intentaron 3 veces, conseguían girar a Bruno un cuarto de vuelta pero él solito estiraba las piernas y volvía a encajar su cabecita bajo mis costillas. VCE fallida. Nos fuimos bastante chafados pero confiados en que Bruno sabía cómo nacer y en que se acabaría girando solo.
Pasaron unos días y probamos con otra técnica, el rebozo mexicano, lo último que nos quedaba por hacer. Una técnica que utilizan las parteras mexicanas para muchas cosas durante el embarazo y el parto y que tiene una efectividad del 90% en bebés de nalgas. Una comadrona que lo practica me hizo dos sesiones y después ejercicios en casa, pero… tampoco hubo suerte. Incluso una amiga me trabajó a nivel energético para solventar posibles bloqueos emocionales que hicieran que Bruno hubiese decidido posicionarse de esa manera. Hicimos todo lo habido y por haber, todo lo conocido a nuestro alcance.
Después de la Versión Cefálica Externa, acudimos a la cita de monitores en el hospital y a la consulta con la ginecóloga. Protocolos hospitalarios a los que decidí someterme ya que cabía la posibilidad de parir allí. Ese día aprovechamos para intentar hablar con la jefa de ginecología y obstetricia del hospital (cosa que me recomendó una de las abogadas que trabaja con Dona Llum) ya que en el programa de parto sólo permitían entrar a un acompañante. Quisimos hacer la petición para que pudiera entrar también una de nuestras comadronas y poder llevar a cabo un parto lotus, lo que deseábamos hacer en casa. No conseguimos hablar con ella puesto que estaba de vacaciones y nos comentaron que no atendía personalmente y no nos podían dar cita e hicimos lo posible (insistiendo bastante) para que le hicieran llegar nuestra petición vía email. Nunca recibimos respuesta…
Domingo 29 de Julio de 2018, me despierto con un ligerísimo pinchazo en el bajo vientre que no había notado antes, estaba en mi semana 41+5. Sabía que en cualquier momento podía empezar el show. Esa tarde dejamos a mi mejor amiga llegada desde Galicia y a su pareja en el aeropuerto, habían venido el fin de semana esperando
que Bruno decidiera nacer. Al volver a casa y ya por la tarde/noche, esos pinchacitos iban ‘in crescendo’, tanto, que me pasé la noche controlando la intensidad y la duración de las contracciones, era imposible conciliar el sueño ni 5 minutos. Después de pasar así las horas y bajo duchas de agua caliente, a las 7 de la mañana decidimos que era el momento de llamar a nuestras comadronas que llegaron poco tiempo después.
Seguí en la cama y bajo duchas de agua caliente y calor en la parte baja del vientre que me aliviaban mucho cuando venían las contracciones, cada vez más intensas. Me observaban, me cuidaban, nos acompañaron durante 2 horas más de dilatación tras las que finalmente me hicieron un tacto para saber si Bruno se había girado o no. Nuestra comadrona me miró a los ojos y me dijo, hay que ir al hospital, acabo de tocar los deditos del pie de Bruno… Empecé a llorar, era mi parto soñado, tan luchado al final. Ya pensaba en todo lo que iba a perder, esas fotos y vídeos del mágico momento, la calidez de nuestro hogar, la tranquilidad, la calma, pensaba en cómo iba a ser el trato del desconocido personal del hospital y a ver lo que me iba a encontrar tras la experiencia de la versión cefálica externa…
Llegamos a urgencias y rápidamente nos hicieron pasar. Lo primero que hicimos fue entregar nuestro plan de parto y nuestra copia de la petición a la jefa de planta. No le negaron el paso a nuestra comadrona (al parecer fueron a consultarlo y no nos comentaron nada), así que fantástico. Me hicieron una ecografía velozmente entre contracciones para ver la posición en la que se encontraba Bruno y medir su cabecita. Las Doctoras que nos atendieron y todo el personal muy amable en todo momento, nos dejaron solos en el box a los tres mientras yo iba surfeando cada una de las contracciones que venían cada vez más seguidas e intensas. Pasé dos horas de pié, balanceándome de un lado a otro, de puntillas con las piernas abiertas y mis antebrazos apoyados en la camilla, cantando cada una de las contracciones, moviendo los pies y mordiendo las sábanas mientras mi compañero de vida me acariciaba y me brindaba todo su amor. Nuestra comadrona me hacía digitopuntura y me animaba cada vez que venía una contracción y me recordaba que Bruno estaba cada vez más cerca. En ningún momento se me pasó por la cabeza pedir anestesia a pesar de las fuertes contracciones, tenía claro que estamos diseñadas para parir, que nuestro cuerpo sabe cómo hacerlo y confiaba tanto en mi y en Bruno que llegué empoderada a tope al gran momento de mi vida, el de dar vida!
Finalmente rompí aguas y al poco vinieron a hacerme un tacto (de pie evidentemente) necesario para saber si había habido cambios y comprobar la dilatación. Genial! Estaba de 10, vámonos a quirófano! Vinieron a buscarme en silla de ruedas y casi me da algo… ¿Pretende usted que me siente después de estar dos horas de pié con las piernas abiertas, en movimiento y con la sensación de que todo mi ser va a salir inminentemente por mi ano y mi vagina? Lo siento pero no, me puse de rodillas en la silla de ruedas y saliendo del box me vino otra contracción. Avisé pero no se si no me escucharon o qué pero me llevaron por el pasillo de rodillas en la silla y cantando mi contracción. Ahora lo pienso y me da hasta risa!
Momento quirófano, nos llevamos nuestra palangana y el colador para el parto lotus. Una camilla maravillosa esperándome para ponerme en posición de litotomía (cosa que me avisaron al entrar al box), maravilloso pensé… (ironía pura, claro). Pero nada, muy poco a poco y cuando iba pudiendo me acosté primero de lado y finalmente boca arriba pero con mi coxis abajo del todo fuera de la camilla para que esa maravillosa movilidad de centímetro y medio que ese huesito permite no cerrara el paso a mi bebé.
Rodeados de personal (yo la verdad es que no lo recuerdo muy bien), una doctora muy cariñosa me explicó cómo y cuando debía empujar. A un lado la tenía a ella apoyándome y al otro a mi pareja a la que le cogía las manos fuertemente, mientras nuestra comadrona no dejaba de animarnos. Llegaban las contracciones y con cada una de ellas inspiraba y empujaba con todas mis fuerzas. Salió un piececito, seguían las contracciones. Todos nerviosos ya que si no salía el segundo pié de Bruno tenían que practicarme una cesárea. Sorpresa! Asoman los deditos del otro pié, maravilloso!!! Concentradísima en mis respiraciones y en mis pujos cada vez sentía a Bruno más cerca. Vaya momentazo de la vida!!!! Ni 20 minutos en quirófano y Bruno decidió nacer tal y como él quería, de pié. Ese es mi bebé, con fuerte personalidad! J El único “pero” que debo poner es que me dijeron que tenían que hacerme un pequeño cortecito…, algo que no me hizo gracia. En ese momento miré a mi comadrona y a mi pareja y nos dijo que “estaba justificado en estos casos” así que acepté. Un poco de anestesia local y zasca! 4 puntos al finalizar el alumbramiento de la placenta (algo que no percibí debido a la anestesia local por la episiotomía). A día de hoy sigo pensando que Bruno hubiese salido perfectamente sin ese maldito cortecito, pero en ese momento no sé ni porqué acepté… Un piececito, otro, culete, tronco, un brazo, otro y finalmente la cabecita y… ahí estaba mi bebé! Directo a mi pecho bajo mis lágrimas. Ddespués de tanta intensidad vivida, era la mujer más feliz y
poderosa del mundo, éramos los papás más emocionados del universo. Pesaron a Bruno en 10 segundos pegadito a mi y vuelta a mi pecho, del que no se separó ni un instante. Ni limpieza, ni gotas oftálmicas ni nada de nada, mi bebé sólo necesitaba mi calorcito y calma. Estaba feliz, muy feliz! Incluso habíamos hecho una videollamada en quirófano con Valeria, la hermanita de Bruno que estaba toda emocionada. Tuvimos fotos y vídeos del nacimiento, algo que jamás pensé estando en el hospital y que fue MARAVILLOSO!
Volvimos al box, Bruno, su hermana gemela la placenta unida a él y yo. Descansamos, recibimos a los yayos y a la tita, unas horas después con la ayuda de nuestra comadrona preparamos la placenta con sal y hierbas en la bonita cesta que la yaya de Bruno nos había hecho para la ocasión y… para casa! Empezaba nuestra nueva vida junto a una personita maravillosa.
Salí del hospital feliz, muy feliz. Feliz de todo lo vivido y feliz de la calidez del personal del hospital que en todo momento nos trataron muy bien.
A los días y a pesar de no haber recibido respuesta a nuestra petición a la jefa de planta del hospital, decidí enviarle un correo de agradecimiento y cuál fue mi sorpresa que al minuto recibí respuesta. Resumiendo, me daba las gracias y me decía que gracias a mujeres como yo, ellos eran cada día un equipo un poquito mejor y me preguntaba si podían contar con nuestra colaboración para dar a conocer el parto lotus en el hospital.
3 meses y medio después, acabo de escribir mi relato y sigo más feliz cada día que pasa.
VIVA LA VIDA!!!